Tanto en el desarrollo como en el despliegue y el mantenimiento, el éxito de la arquitectura de microservicios está revolucionando las prácticas del sector. Dividir las aplicaciones en diferentes servicios autónomos implica adoptar nuevos métodos en comparación con las arquitecturas denominadas «monolíticas». A continuación, te explicamos los principales usos de los microservicios y las herramientas que debes conocer.
Microservicios: una arquitectura que responde a nuevas necesidades
La arquitectura de microservicios responde a un importante desafío: cómo hacer que una aplicación especializada sea más escalable y ágil. Durante mucho tiempo, la mayoría de los sistemas informáticos utilizaron una estructura monolítica: detrás de la interfaz de usuario, todas las funcionalidades estaban agrupadas en un solo repositorio, un solo código y una sola instancia.
Aunque estas aplicaciones «centralizadas» han sido populares por su rendimiento y facilidad de desarrollo y despliegue, la creciente demanda de escalabilidad y flexibilidad ha impulsado el desarrollo de nuevas arquitecturas.
Así surgió la solución de los microservicios en las últimas décadas. ¿En qué consiste? Cada servicio dentro de una aplicación es completamente autónomo e independiente, permitiendo que la arquitectura principal del software integre estos elementos a través de diversas implementaciones (en la máquina, en un servidor o en la nube). Por ello, cada uno de estos pequeños servicios autónomos se denomina microservicio y puede desplegarse, mantenerse, reemplazarse o actualizarse de forma independiente. Las interacciones entre microservicios se gestionan de forma fluida, a menudo a través de API.
Hoy en día, esta arquitectura se utiliza principalmente en aplicaciones cloud-native, infraestructuras serverless y soluciones de contenedorización, que facilitan aún más las distintas fases de desarrollo y utilización. El resultado: un despliegue dinámico de microservicios, escalado automático y recursos informáticos optimizados.
Microservicios: lo que debes saber antes de adoptarlos
En un proyecto «from scratch», el desarrollo mediante microservicios requiere más rigor y puede parecer más complejo que una arquitectura monolítica. Por ello, uno de los requisitos fundamentales de este tipo de aplicación es la práctica DevOps, así como la metodología ágil. La adopción de una cadena de trabajo que integre desde los desarrolladores hasta los operadores, basada en la integración continua, iteraciones y múltiples pruebas, permite agilizar el desarrollo y garantizar la lógica de esta arquitectura. Cada microservicio representa un componente independiente, que se integra posteriormente en una arquitectura más amplia una vez se ha validado su fiabilidad.
En este contexto, las soluciones de contenedorización como Docker son fundamentales. Cada microservicio se ubica preferentemente en un contenedor con sus dependencias y bibliotecas, evitando conflictos entre sistemas. Esto simplifica enormemente el despliegue, especialmente mediante herramientas de orquestación como Docker Compose (en una fase inicial), Docker Swarm, Kubernetes o Mesos. Estas herramientas agrupan los distintos microservicios y permiten gestionarlos desde entornos variados.
Soluciones de contenedorización, servicios cloud, orquestadores… Cuando una aplicación requiere una arquitectura basada en microservicios, es fundamental seguir buenas prácticas y trabajar en entornos innovadores para aprovechar al máximo los beneficios de este enfoque: modularidad, escalabilidad por microservicio (y no por aplicación) y un mantenimiento optimizado.
Herramientas clave para los microservicios
El auge de los microservicios va acompañado de una evolución en las tecnologías utilizadas. Aunque muchas herramientas ya existían antes del éxito de las aplicaciones basadas en esta arquitectura (Docker, Kubernetes, API REST), algunas son específicas para facilitar la comunicación entre servicios.
Por ejemplo, Apache Kafka es una plataforma de transmisión de datos en tiempo real que utiliza diversos modos (asincrónico, basado en eventos, escalado vertical/horizontal) para ofrecer un intercambio de datos extremadamente eficiente y de alta velocidad. Del mismo modo, el framework gRPC simplifica y agiliza los intercambios sincrónicos de datos entre microservicios mediante el protocolo ligero Protobuf, que se encarga de la serialización de los datos. Para supervisar y gestionar estos flujos de datos, se puede incorporar un servicio como Istio, que crea una malla de servicios, gestiona el tráfico y garantiza la seguridad de los protocolos aplicados en los intercambios de datos.
En general, las herramientas más importantes que debes conocer y manejar para diseñar una arquitectura de microservicios son los formatos de datos (además de Protobuf, sistemas clásicos como JSON o avanzados como MessagePack), los protocolos de intercambio (API REST, Https2/3) y las normas de seguridad y autenticación. Las direcciones de IT pueden proporcionar guías valiosas sobre las tecnologías a emplear según los resultados deseados.
La arquitectura de microservicios abarca hoy en día numerosos ámbitos de la informática y contribuye a la mejora global del mercado, gracias a especialistas, pero también a ingenieros generalistas que se inician en esta forma de orquestar directamente las funciones de un software.
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